Que pensaría.

Él se casa pensando, guardando la expectativa que la mujer algún día cambiará.

Ella se casa pensando que él jamás cambiará…

 

Que no se parecerá a la suegra, que cocinará y lo atenderá como la mamá, que será su cómplice como su mejor amigo, que lo excusará y dirá mentiras como su hermano y en general tendrá una etiqueta en la frente comprensiva y 100% disponible.

 

Ella, que esa amorosa criatura será igual de consentidor al padre, igual de protector que los hermanos mayores, igual de dulce, dará consejos, satisfacer cualquier antojo, caminará de la mano enseñándole ver la vida de la manera más fuerte, pero igual en proporción delicada como su madre, y la apoyará y de vez en vez la incitará a mantener siempre su independencia como su mejor amiga.

 

En conclusión: “Los matrimonios como los submarinos pueden flotar, pero están diseñados para hundirse”.

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