Odiar

Alguien dijo que el desayuno como el odio no es necesario? Diríamos vital en sus determinantes y debidas dosis. Odiar hace parte de nuestra vida, corre por nuestras venas, es decisivo, es incluso tan necesario como el amor, solo que sin dudarlo más fácil, odiar no implica espacios en la agenda, dinero para invitaciones, transportarse, chocolates, tarjetas con mensajitos “románticos” ó flores, disposición. Las energías que se le dedican no inciden en todas tus actividades diarias (Como si ocurre cuando se esta enamorado), a ratos nos libera… radicalmente, nos sacude, a quien no le gusta la pelea? Odiar debería tener un día nacional, pertenecer a los actos culturales. En este momento no me refiero al odio producto del dolor ó de algún hecho en particular. El odio en su expresión más simple, el odio con un(a) desconocido(a). ¿Cuántas veces odiamos sin conocer, Sin cruzar palabra? Odiamos al vecino al cual hemos saludado pero al que creemos con mayor y mejor suerte que la que uno tiene, odiar es también parte de esta nuestra naturaleza, porque es simple viene como hermana gemela la envidia, odiamos porque simplemente nos fascina. Odiar es un arma, un escudo, una armadura completa ¿Quién saluda a alguien que frunce el ceño como una expresión natural, un ogro natural? Puedo decir, que me gusta sentir odio, me hace más humana, recordar que también soy vulnerable igual a lo que crítico, que a mi manera, posiblemente o talvez seguramente solo a mi manera, soy mejor odiando.

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