Conciencia

Quién puede jactarse diciendo que jamás se le ha pasado un mal pensamiento por la cabeza? Quién puede suponer que no hemos envidiado jamás nada? Quién ha pasado un día sin cuestionar nada acerca de algo (hecho, persona)? Así somos y vivimos en constante movimiento, somos y seguimos sintiendo. A ratos jugamos a las responsabilidades, otras a las escondidas, a veces, mentimos y nos justificamos. Otras intentamos hacer lo mejor y fracasamos, otras nos ilusionamos para quedar luego como globos desinflados, perdemos y perder nos enoja ¿A quién le gusta? Hacemos apuestas de vida y salimos victoriosos, a veces la victoria se convierte en la lotería que nos ganamos cuando no teníamos nada y lo desbaratamos todo. A ratos mordemos triunfos y las derrotas nos aplastan. El ánimo es un sube y baja donde los niños ríen a carcajadas de emoción y lloran si de pronto cayeron y las rodillas sangran ó porque no cuando mamá dice: “Nos vamos”, pero, así es, justamente de eso se trata dirían las abuelas. Debemos pretender por lo menos hacer las cosas de la mejor manera, la más “correcta”, como vengan, como nos pide la conciencia, esa misma que vale decir nos traiciona en ocasiones, esa que a veces parece obrar por si sola, la que se nos escapa de nuestras manos, de nuestro alcance. Nuestra conciencia. Pero a veces no le encuentro respuesta… eco… porque cuando esa misma me dicta hacer lo correcto y hacer lo correcto significa destruir planes ajenos… Justicieros… jamás seremos, vengativos… toda nuestra existencia. Desquiciada conciencia, porque a veces se le olvida actuar y parece estancada y a veces, de repente se mueve rápidamente. Así es, a ratos la maldita conciencia.

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