Mi pregunta.

Me miraste con el firme anhelo de encontrar en mi aún esa confianza, en tus pasos, palabras, acciones. Ponías en mis hombros el peso de la duda, mientras yo tranquilamente me ocupaba de mis asuntos. El de iniciar cada día con el ansia constante, de encontrar lo que se ha extraviado, de vez en vez me ocupo de trivialidades, y a la hora del almuerzo tengo exclamaciones a medida que avanza el noticiero. Tengo preguntas hirientes que no soy capaz de soltar, me auto censuro para evitar explicar y así, pasando los días veo con desazón como ese peso no disminuye; te pregunté una vez más… 

Respuestas que no tienen relación alguna, como cuando le das la vuelta a la arepa en el sartén, te hinqué mis dudas, te insinué tu maldita traición, pero ocupado estabas… Distraído con historias, cuentos sin enseñanza, sin moraleja. Te mentí, una y otra vez… Me burle. Ya no serás parte de mis oraciones, ya no me aferro a promesas inexistentes, al tiempo que no me diste, a verdad y a mentiras. Dijeron: “Si no te adoptas al cambio, te extingues” Una vez más mi vida coge el camino lleno de oscuridad, ramas, malos olores… 

 Por eso,

 A ratos… Ya no pregunto. 

 



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