La reforma de la educación

¿Por el equivocado camino de la salud?

En las sociedades modernas corren tiempos de permisiones y prohibiciones, producto del desarrollo de ideas y sentimientos libertarios, del avance del conocimiento y la tecnología y de los procesos de globalización, pero, a la par, por paradoja del comportamiento humano, también del refinamiento de las reformas sofisticadas de los delitos contra el Estado y las Personas, porque, mientras, por un lado, crecen las libertades individuales, por el otro, se endurecen las leyes encaminadas a desterrar el complejo avance del delito, lo que obliga a la sociedad a combinar el respeto a las libertades individuales y los derechos con el castigo severo de las formas ingeniosas del crimen.
En ese marco se puede entender el complicado fenómeno de lo que esta pasando con la prestación del servicio de Salud en Colombia, donde el Estado se quita la responsabilidad de garantizar los servicios de salud para trasladarla a los particulares, que convirtieron una obligación pública en un negocio privado, y una vez lesionada, de manera grave, la prestación del servicio, corre el fisco público y la intervención del Estado a subsanar el daño que nunca debió suceder. Aparecen, entonces, las respuestas contestatarias en forma de leyes endurecidas, encaminadas a evitar que siga pasando lo que ya ocurrió: enriquecimiento personal, deterioro del servicio público y traición a la confianza de la comunidad.
En el proyecto de reforma de la educación superior presentado por el Gobierno a la opinión pública, se percibe el tufillo de entregar la responsabilidad de la financiación de la educación superior pública a los particulares y hacer de esa actividad un negocio rentable para los privados nacionales y extranjeros. Se pretende repetir en la educación el camino recorrido en la salud, en las comunicaciones y en los servicios públicos domiciliarios, que hoy están en manos de monopolios privados. Nos disponemos a ver en Colombia las universidades como negocios de banqueros y de inversionistas privados con capitales nacionales e internacionales, sin que a la par de eso haya un fortalecimiento de la educación superior pública, porque la historia reciente nos enseña que el Estado ha entregado muchas veces sus obligaciones a los privados, hasta marchitarlas… De eso estamos llenos de ejemplos en este país donde los dueños de las cervezas y las gaseosas son los dueños de la televisión, y los dueños del negocio de las basuras son los mismos que explotan la energía eléctrica, el gas y, además, construyen carreteras. ¿Y, ahora, de la educación superior?
Somos de una generación y de una comunidad académica que concibe la educación como el motor de desarrollo de la sociedad y, por tanto, la llave que permite construir conocimientos y saberes, pero también valores, como tejido social, país, convivencia, respeto a la diferencia y paz. Esa llave no tiene precio, y el Estado no puede renunciar a su responsabilidad entregándola a los particulares para que se lucren con ella, con el equivocado discurso de que es la solución del problema de la falta de recursos para financiar la educación superior. En una sociedad como la nuestra, los recursos existen, tenemos que volvernos más imaginativos y pensar que es posible, por ejemplo, crear un fondo pro desarrollo de la educación superior con fondos provenientes de contribuciones de los sectores que explotan los recursos naturales del país, como los exportadores de carbón, los productos de petróleo, los explotadores del gas los exportadores de metales preciosos, etc.
El reto no es mejorar la calidad de la Educación para los ricos, sino garantizar la calidad y cobertura para todos, porque, cuando el desarrollo no es posible para rodos, no es posible para nadie.
Adolfo Polo Solano – Rector Universidad de Cundinamarca –

Comentarios

Entradas populares de este blog

Parar.

Soledad.

Mis señalamientos.