Un viernes cualquiera.
Un nombre, un señalamiento. Ese día querías una mano, ese día querías un
abrazo, una palabra, un empujón en la cotidianidad, un respiro en medio de la
multitud, un suspiro en medio de la podredumbre. Y… No lo encuentras, no estás,
no das la cara, no vienes, no sirves, otra vez no estás.
¿Prefieres tu
silencio, tus afanes, tus vicios, tus ocios, tus inclinaciones, tus, tus… Tus
reclamos, tus reproches, tus molestias y es cuando nos preguntamos cómo exigir
algo que no se da? Exigir calidad y entregar mediocridad, ¿tiempos a medias?
Eso sí es… ¡Ridículo!
Así son las cosas,
pedimos cuando nos equivocamos, gritamos para evitar que nos señalen. Señalamos
y olvidamos. Somos grandes personajes sin respuesta, interrogantes con patas.
A la larga, poco
nos importa, solo ignoramos… Mientras nuestro mundo fantástico no se vea
afectado lo más mínimo lo demás seguramente nos parecerá que no cuenta con la
suficiente importancia para hacerla valer, y otra vez nos perdemos de lo
importante por andar con la cabeza ocupada en lo urgente.
Ojalá que las
ociosidades que ocupan nuestros días no nos aparten de lo que anhelamos amar.
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