Placer.
Si no fuera porque en oportunidades para algunos de manera inexplicable
sentimos placer... Hasta posiblemente ya nos hubiéramos extinguido
como especie.
Aunque para
cada ser el placer es definido de manera diferente, de distintas maneras
tratamos de averiguar qué cosas nos acercan más a ese estado
"eufórico", podemos decir que para el cerebro es una recompensa por
hacer lo que el cuerpo desea.
Y ¿podríamos
definir la felicidad? Tal vez existan diversas respuestas de acuerdo con las
necesidades de cada cual, pero seguramente siempre existirán dos pilares que
nos acerquen a tan anhelada respuesta: Deseo y placer.
Necesitamos
ponernos en contacto con aquel objeto del deseo, por medio de nuestros
sentidos... Ya sea una melodía, una comida, la persona que amas, aquello que en
un momento determinado resulta irresistible, bien dicen los conocedores del
tema que: "Las sensaciones capturadas por los sentidos llegan a un lugar
ubicado en la corteza frontal, que queda justo detrás de los ojos, sus neuronas
se encargan de decirle, automáticamente, a la persona qué tanto le gusta
lo que tiene en frente".
Podemos hallar un
paralelo entre deseo, placer y querer, gustar.
Son esas ganas que
se siente por algo, con el anhelo que produce obtenerlo.
Podemos además
plantearnos la pregunta si la mezcla entre placer y deseo y lo que las personas
podemos percibir de estas nos llevan a una definición de felicidad.
Tal vez llegaremos
a aseverar que la felicidad es un estado de placer máximo, desprovisto de
deseo, un estado de máxima satisfacción e indiferencia por el entorno.
¿Por qué no
podemos relacionar estados de máximo placer como nos lo causa la música como
ejemplo con lo que nos proveería de bienestar similar al estar enamorado? O en
caso contrario nos podríamos referir a la música como una adicción a una droga
y/o similar?
Como dato curioso
en la Universidad de Siracusa (New York); Stephanie O. encontró que enamorarse
provoca la misma respuesta eufórica en el cerebro que las drogas ilícitas, con
una particularidad; a diferencia de las sustancias adictivas, el enamoramiento
no activa una sino doce zonas de este órgano, que involucra áreas cognitivas
complejas, como las que se encargan de la representación mental, y la
autoimagen corporal.
Por eso, que
enamorarse, inferir que el deseo y el placer obtenidos por la representación
del amor apasionado es un proceso evidentemente más complejo que la adicción de
las drogas. Es por eso además que muchos que sufren esa etapa
"obsesiva", que viven en ese estado idílico experimentan hasta un
alivio del dolor, es sin lugar a duda un analgésico natural.
Justamente en
busca de nuestro bienestar, desde que nacemos nos enfocamos en ir hacia eso que
nos causa placer, sin importar, ni medir consecuencias.
La maroma a la
cual denominamos vida, caminamos perfectamente consientes evocando, buscando
situaciones, acciones que nos proporcionen placer. Nuestro cuerpo lo pide, a
veces pausadamente, otras a gritos que ensordecen y simplemente no nos
resistimos, no hay ninguna resistencia. Señalamos refiriéndonos a lo
que puede representar belleza, haciendo un cúmulo de sensaciones que nos lleven
a dar una definición de felicidad.
¿Qué puede llegar
a ser más importante en esta batalla para mantenernos a salvo?
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