Nació la Esperanza.
Mundial México 86’
todo algarabía y gozo, donde los días eran simples y sencillos. Ella, llevaba
dos días en trabajo de parto y nadie parecía importarle, realmente nada
importaba más que tener la posibilidad de ver en compañía de los amigos el
futbol. Y es que era realmente interesante como se fundía la esperanza de todo
un pueblo porque eran años de gloria para aquellos seres que creíamos héroes en
un país con la guerra recrudecida, es que estábamos todos con un vacío extraño,
de un pueblo que el terror era la insignia. Entonces, ella seguía paseándose de
pasillo en pasillo esperando la cesárea, porque ya no había muchas esperanzas
que el parto se diera de manera natural; fue entonces cuando ella se encontró
con otra de las pacientes en el hospital, vaya sorpresa le dijo que era
partera; pero que no podía decir mucho de su oficio ya que no era considerado
como un trabajo con sustento científico, nunca había recibido conocimientos de
ellos, más que la herencia de la familia. Generación tras generación de conocimientos
al respecto, pero que contrariamente de lo que pensáramos no se respetaba.
Ella, pidió permiso de tocarle la barriga para verificar el estado del feto, en
donde ella puso constatar que la posición era el problema que no se pudiera
tener en definitiva un parto normal. Le preguntó, si estás de acuerdo yo puedo
acomodarlo. Entre dudas y preocupación simplemente aceptó, la otra camilla no
estaba cerca, pero ninguna podía arriesgarse ser descubiertas por algún médico
o enfermera de turno. Así es, que decidieron que mientras transcurría el
partido en donde sabían que todos iban a estar embelesados frente al televisor,
ellas podían accionar. Solo le pidió llevar una toalla, no podía gritar y sabía
que iba por supuesto a causar mucho dolor. Así es pues, que se metió la toalla
en la boca y lo apretó lo más fuerte que pudo acto seguido la partera tomo el
estómago, en posición para girarla con movimientos de acuerdo con las
manecillas del reloj e hizo mucha fuera. Ella solo sintió que el mundo se le
venía abajo, con toalla, con grito ahogado, con dolor intenso, con
preocupación. Como pudo retorno a su camilla y para ese momento simplemente el
dolor era insoportable, así es pues que se armó de valor y grito con todas sus
fuerzas, las enfermeras asistieron sin ganas a ver qué ocurría, a lo cual no
tuvo muy credibilidad al inicio, ya que como lo mencionamos antes, llevaba dos
días en “trabajo de parto”, pero era tal el dolor que ella siguió insistiendo,
hasta que por fin una de ellas quiso revisarla, vaya sorpresa… La bebé estaba
naciendo, los doctores sin siquiera ponerse los elementos de protección
tuvieron que accionar en ese momento, era indispensable salvar una vida.
Sorprendidos por lo sucedido, y con el partido interrumpido a la mitad hicieron
su trabajo. Y para esa bebé, fue el inicio de miles de situaciones amenizadas
por los mismos factores, hasta que un día de manera inesperada se acostó y
nunca más volvió a abrir los ojos, tan pequeña e inocente que no alcanzó su
niñez realmente, quedaron en un frasco de cristal los sueños, las promesas
rotas y todo aquello de lo que una vez se habló pero que jamás se concluyó. No
sabemos si fue una buena vida, no sabemos si fue lo suficiente para alcanzar
redenciones, no sabemos muchas cosas. La muerte es un detonador, para los
vivos, para los que quedan porque para ella nuevamente.
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