El hastío o el asco.

Sentir hastío es fácil, hastío por lo que me imagino, en ocasiones por lo que me pasa y otras por lo demás. Suelo dejarme afectar, toda mi vida he dicho que no tengo nada; que soy feliz. Siempre he pasado de engañar a engañarme, una y otra vez. En ocasiones, no siento nada, no quiero nada, la vida se envuelve en la misma sinfonía. No sé qué pensar, no sé qué y en quién creer. No creo en mí, en mis elecciones, en las posibles consecuencias de mis actos. No quiero nada, no espero nada… Me abruma la soledad, me molesta el ruido, pero también el silencio y es que las voces en mi cabeza no dejan de decir cosas; cosas no muy agradables, se desdibujan todo el tiempo siluetas que me invitan a morir, a dejar de respirar, a no querer estar, a despreciar la compañía de otros, a dudar de sus intenciones. Siento, que lo logra en muchas ocasiones. Tanto que culpo a todos, ¿por qué debo ser responsable? Este cansancio fatuo son unas acciones sin concluir que me afectan, ¿ellos saben que me afecta? a ellos no les importa y a mí me aterrorizan. Malditas voces en mi cabeza, que me invitan al desprecio, a la fatalidad de lo inevitable. Aparentar es un asco, amar es un asco, sentir es un asco, el dolor es un asco… Da asco el asco. Por lo irreparable y lo irremediable.

 Me siento horas, y horas a ver a través del cristal de mi habitación, un cristal sucio, con salpicaduras, mal oliente y sin asomo alguno de un reflejo que me guste, últimamente a nada le encuentro sentido, no entiendo porque las personas sonríen, porque sienten afecto, realmente qué los impulsa, porque se desplazan, porque justifican la amargura y porque buscan las ataduras, somos unos animales tan básicos y estúpidos que mis deseos no son buenos, para ninguno. Esto es un bucle infinito y mi paciencia se agota, pero tampoco quiero resolverlo; no en este momento, no ahora. Estoy pensando, si mi partida debería afectar a otros, o simplemente me debería ir en silencio. Pero ¿por qué tener consideraciones? Eso, tampoco es lo mío. Mi mente se siente cansada y mi alma abatida, unos mil demonios confluyen día y noche, en un rito que no reconozco, aunque sin duda me apego ¿por qué no? Si resultan mi única compañía. Desde niño fui diagnosticado con esquizofrenia, esas son ridiculeces, no saben qué es esto… Confluir viendo lo evidente, siento que tengo más claridad que todos los beatos que me miran con caras de asombro y asco, disimular se les complica a los malditos. Me señalan con sus dedos mal olientes, suelen burlarse porque lo mío es fantasioso, fantasía sus vidas de mentira y sus justificaciones para poder hacerle daño a los que dicen amar. Mi familia, viene de vez en cuando a mi habitación a querer escucharme, nunca lo hicieron en realidad, posiblemente la culpa los trae a mí, por años y años de esconderme, de tratarme con desprecio por algo que nunca pedí. Tantos años y no tengo sentimientos por ninguno de ellos, sentimientos reales por lo menos. Salí en un descuido un momento a la terraza, no quería ponerme zapatos, el piso estaba realmente helado, ya todo estaba dicho, la brisa que corrió por mi rostro fue por primera vez lo más liberador. Ahora sí, les dije adiós.


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