Cuento corto de terror.
Todas las casas de
mí vecindario están pintadas igual, tienen los mismos diseños, tiene un olor
familiar; de vecinos… De amigos. Pero, en la mitad de la cuadra existe una que
particularmente, aunque se ve igual, parece que todos los años pasaron por ella.
Es como venir de un rito de colores y tropezarse de frente con una fotografía
en blanco y negro… Déjame contarte algo, está habitada y parece que las
personas que allí habitan también tienen una sinfonía singular, en su manera de
hablar, en su manera de expresarse, en la luz que dicen irradian las personas.
Aunque, yo no lo entiendo mucho, realmente eso es lo que le he escuchado a mamá
y a papá que nos les gusta que pase frente a esa casa, que no juegue cerca, que
no le hable al niño que vive allí; aunque la verdad a mí me simpatiza (así
nunca lo haya visto sonreír y es un poco extraño) pero, estoy segura de que no
son ellos, es su casa… Siento que su casa es mala, siento que su casa los
atrapa, los manipula, los tiene envueltos en una espesa bruma de incertidumbre
y ellos ya no quieren salir de allí. Me gustaría entender cómo ayudarlo, o sea,
no sé cómo se llama, pero me gustaría que tuviéramos conversaciones
importantes; además, esa es la única casa que curiosamente tiene un patio
trasero enorme… El más grande de todas las casas y no lo podemos disfrutar…
Ellos, no lo pueden disfrutar. A veces, siento que esa casa también me invita a
ir a su patio, siento que esa casa es linda a pesar de su pintura gastada y el óxido
de la entrada. No todo puede ser malo, pero tampoco todo puede ser bueno ¿o sí?
No lo sé, pero quiero intentarlo.
Hoy me
desperté pensando en él, realmente quiero que sea mi amigo, realmente quiero
disfrutar de ese patio en otoño, es mi estación favorita. Estoy ideando un plan
para acercarme… Ya ha pasado una semana y me siento un poco frustrada, hacer
planes de ese calibre no pensé que fuera tan complicado, es un niño y ya. Un
niño poseído por algo, lo sé. (Si mamá me escuchara decir esto muy seguramente
diría que no debo pensar así de las personas) pero me abruma no tener ideas al
respecto. Aunque, tengo algo a mí favor, he observado los horarios de todos en
casa y sé cuándo él se queda solo; y hoy iré. Al casi caer la tarde me decido
caminar rumbo a la casa misteriosa, pero inquietantemente magnética para mis
gustos pintorescos. Entré por la puerta de la cocina que solo estaba ajustada,
aunque tampoco quería parecer una ladrona, pero muy seguramente ese niño no me
iba a hacer nada si me lo encontraba de frente, y pues esa era la idea. Entré y
estaba ahí sentado en una de las sillas de la gran sala, viendo tv, un
televisor que no tenía un programa, un televisor que no estaba conectado a un
cable de señal… Tuve miedo, mucho miedo; quise salir corriendo, pero mis
piernas no respondieron y mis sentidos perdieron todo enfoque. Él volteó de
repente, abriendo mucho los ojos, pero no me dijo nada y para ese entonces yo
solo quería llorar. Los niños tenemos ideas a veces muy estúpidas, entendí lo
que decía mi papá cuando se refería que no medimos los peligros y por eso no
podía hacer muchas cosas. Lo vi en cámara lenta, me quería decir algo; pero
tenía tantas emociones en mi pecho que así me hubiera gritado en la cara sería
incomprensible. De repente entendí un ¿qué haces aquí? Seguido de un ¡Corre! Y
las razones por las que estaba allí ya se me habían olvidado, y ¿por qué
carajos debía correr? Niño idiota, ¿acaso no era capaz de ver el estado en el
que encontraba? Y de repente, ya no tenía miedo, ya no quería correr, y él era
simplemente mi amigo. Es raro, ahora puedo jugar en este patio, entro y salgo
de esta casa a mi antojo… Hace una semana, mi mamá recogió mis cosas; mi papá
llora todo el tiempo. Dicen que NADIE me ha visto, eso no lo entiendo, y se
refieren de la casa abandonada, tampoco lo entiendo… Aquí juego con mi amigo.
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